Autoridad del profesorado

La autoridad del profesorado vuelve a estar de actualidad. En esta ocasión ha sido la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, quien ha vuelto a sacar este recurrente debate a un primer plano social. Aguirre va a poner en marcha en un corto plazo una ley que otorgue el rango de autoridad pública a los docentes en su comunidad.

Sobre este tema son muchas las opiniones que se han vertido en los últimos meses. Pero cabe concretar qué entendemos por autoridad para entender los posicionamientos de cada colectivo. De este modo, la profesora de Psicología Educativa de la Universidad de Valencia, Carmen Abengózar, apunta que la autoridad del profesorado debe ser su capacidad de «marcar los límites» dentro del aula, no así autoridad como poder sobre los demás.   

 

Las posturas frente a este tema son muchas y muy diferentes. Por una parte sociólogos como José Bernat opinan que es inútil decretar la autoridad, si esta no se ejerce día a día en el aula. Por su parte, los profesores siguen pidiendo un cambio en la ley actual que les ampare ante determinadas situaciones en el aula, así como más apoyo familiar. Así Mar Usagre, directora del CEIP Federico Maicas, apunta que es una ley necesaria, pero matiza: «si cambia la ley y las familas no están concienciadas no vamos a avanzar».

Por su parte, el borrador del pacto educativo, reforzaba la autoridad del profesor, pero no le concedía el grado de autoridad pública que pedía el PP. Estas y otras razones han hecho imposible un acuerdo entre los partidos, y por ello, finalmente este gran pacto educativo no se llevará a cabo.

Aunque la receta para reforzar la figura del profesor y evitar de algún modo los deprimentes puestos que ostentan nuestros jóvenes en los diferentes estudios de evaluación de estudiantes no está todavía clara, tras un análisis de la situación actual, sí que se pueden apuntar algunas de las medidas más necesarias. Más formación específica para los profesores, nuevos contenidos que consigan motivar más  a los alumnos, más recursos y una continua interacción entre padres y profesores serían un buen comienzo para lograr una escuela donde se busque el equilibrio en el respeto pero sin volver a la mano dura.  

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